
Contextualizando el camino por el cual las Universidades han hecho (en general, pero no generalizando) el recorrido de incorporación de la tecnología en los procesos fundamentales de su quehacer (Core), se puede señalar que, en los últimos veinte años, los iniciales esfuerzos de incorporación se fueron instalando a un ritmo conservador y muy distinto a aquel que, en el entorno de estas instituciones, se estaba adoptando.
Esta diferencia de ritmo se fue intrincando cada vez más y la tensión entre el “ritmo de innovación externa y el de las propias universidades” fue acrecentándose.
Los esfuerzos en las políticas públicas se concentraron en dominar el ritmo de cambio buscando así asegurar el aprendizaje de calidad.