Necesitamos un Sello de Trabajo Decente
Debo decir que siempre he creído más en la colaboración que en la competencia. De hecho, es la colaboración la que ha logrado que el mundo se desarrolle, aún con todas sus dificultades y desafíos, pues es tan simple como que nos necesitamos unos a otros, de otra forma sería un mundo invivible y no hubiésemos progresado nada.
Esto está abiertamente demostrado en la literatura y sugiero leer a Rutger Bregman, en su libro “Dignos de Ser Humanos” en que nos demuestra con centenares de ejemplos de la historia y en los más diversos pueblos y culturas, como la colaboración es un valor intrínseco, innegable e impulsor de la creación e innovación positiva.
Dicho lo anterior y aunque parezca una contradicción, creo en la competencia muy sinceramente, pero solo cuando esta es leal, honesta y decente para lo cual debe partir de premisas básicas y mínimos éticos.
Si hay una empresa que es capaz de ser más eficiente, innovar, crear mejores soluciones para sus clientes, es legítimo que pueda abarcar mayores espacios de mercado y que le vaya mejor, pero esto debe estar sujeto a que esos logros no sean a costa de la dignidad de las personas, al interior de la organización y tan importante como ello, en las cadenas de suministro y proveedores con las que logra desarrollar su actividad.
Tampoco si la competencia se realiza comparando productos provenientes de países en que las condiciones laborales de producción son deplorables, incluso con condiciones de trabajo forzoso o esclavo. Eso es un “subsidio” inmoral y que nunca puede ser correcto.
Los países y sociedades que se comprometen con normas básicas de respeto no pueden aceptar que, en honor a un supuesto libre comercio, lo que se tenga es una competencia absolutamente desleal y dañina para todos, porque destruye el trabajo honrado y el desarrollo sostenible y equilibrado.
Es claro que al definir reglas parejas a situaciones que no lo son, no estamos siendo justos con aquellos que sí trabajan bien y desarrollan actividades en que la variable social y ambiental son preocupaciones permanentes y de cuidado. Por eso creo que es necesario, de una vez, generar un sello o una identificación auditable que acredite que la forma de producción y el trabajo que involucra sea decente, pagando adecuadamente y esto sea verificable en toda la cadena de valor y usando como referencia. al menos, los salarios mínimos legales, las normas laborales de cada país, de manera comparable y si se verifica o no trabajo esclavo o forzoso.
Esto sin desmerecer los sellos existentes pero que las personas no alcanzan a diferenciar por lo enredado de la terminología. En este sentido, la Unión Europea, ha aprobado un texto que permite a la Comisión Europea investigar los casos en los que se sospeche que hay trabajo forzoso fuera de sus fronteras y se faculta a las autoridades para retirar del mercado estos productos o su confiscación.
Debemos tener un mínimo exigible si es que queremos una sociedad más justa y equilibrada y en la que podamos confiar que cada vez que, como consumidores, elegimos un producto o servicio de una empresa, podemos tener la claridad que estamos contribuyendo con nuestra compra al respeto a la dignidad humana de todas las personas que, directa o indirectamente, son parte del trabajo que da como resultado ese bien o servicio.
Necesitamos un sello de trabajo decente y así cada empresa debería ser juzgada por su aporte al bien común a través del bienestar de sus trabajadores y también al uso de materiales que no afecten los ecosistemas naturales. Un sello, que sea identificable y no siglas que pocos entienden, sino claridad absoluta de que lo que se trata de impulsar es una sociedad en que el valor de las personas este por sobre toda otra consideración. Es decir, al pan, pan y al vino, vino.